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¿Quieres conocer un poco más de la vida y la trayectoria taurina de Juan de Dios Salazar? Te invito a leer su libro :

 

"El toreo... en su grandeza"

 

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El toreo...en su grandeza.

Escrito por Juan de Dios Salazar

 

El toreo es  duelo mortal entre la inteligencia audaz, ordenadora, del hombre, y la máxima expresión de la fiereza virgen.

El torero en el ruedo, con su sed de gloria vence a su instinto de conservación, con destreza domina a la naturaleza... con su espíritu crea belleza.

 

Estoy de acuerdo con Mario Vargas Llosa cuando dice:

“Entre todas las artes, quizá la más difícil de explicar racionalmente es el toreo”. Tiene mucho de: arte útil, ciencia, fiesta popular, negocio, cuasi-deporte de alto riesgo, en ciertas circunstancias; pero en esencia, lo que lo hace distinto y grandioso es lo que tiene de rito y de arte bello.

Como ritual, la corrida de toros es la única ceremonia entre los inmemoriales ritos sacros, en que el victimario, que hace la ofrenda, se enfrenta a la víctima a sacrificar. Además le otorga la oportunidad de invertir los papeles de tal manera que el victimario pueda ser la víctima.

Esta actitud puede considerarse como ética caballeresca, hidalguía, escrúpulo y solidaridad, como velada búsqueda de emparejar las ventajas, de compartir el riesgo dando al adversario la oportunidad de vencer, y como un alarde ante la fiereza del toro, el torero sólo se reserva como recursos para sobrevivir y triunfar “el aguante” y “el mando”.

Pero como quién asiste a una ceremonia ritual debe tener la predisposición anímica, y esta se genera en las tradiciones y cultura del medio en que se nace y se vive, y esta predisposición, a su vez, se sustenta en las propensiones, rasgos  sicológicos  y emotivos particulares de cada persona, las corridas de toros no están destinadas a gustar a todo mundo, por lo que si los espectadores no tienen la predisposición adecuada el embrujo no surte efecto. Es como esperar que un sordo disfrute de la música, o un ciego pueda rendirse al llamado de las artes plásticas.

 

El toreo como ritual está destinado a los estratos ancestrales del espíritu humano, y como arte bello, a extasiar la emotividad y las sensaciones como lo hace la poesía, el ritmo de la música y la plasticidad de la danza.

En su aspecto científico el toreo es objeto de observación, de estudio, de enseñanza, como es la literatura. Se podrá describir puntualmente un lance o una faena y no emocionar al receptor del mensaje, ni sacudir la indiferencia o alergia de algunos a la Fiesta de los Toros. La sola descripción de la actuación del torero no hace entender porqué reacciona con entusiasmo el aficionado cuando ve “cuajar una faena”, una serie de lances rematados o estoquear certero y sin perder la compostura. Para comprenderlo hay que estar presente, y ver y sentir el milagro, cuando el remolino de embestidas es sometido a geometría y se hace fluir una absoluta armonía entre el lidiador y la res brava. Cuando una y otra vez el burel busca al torero como a su víctima y el torero siendo el victimario consiente el ataque enfilado hacia su cuerpo y en el último instante lo desvía hacia el trapo rojo con que lo engaña, y lo conduce hasta donde se desvanece el peligro, siguiendo una rigurosa coreografía, con sincronización. Allí dejan de ser irreconciliables los contrarios: el hombre y la bestia, el ingenio sutil y la fuerza bruta, la vida y la muerte, el acierto y el fracaso, la ira y la misericordia.

 

 

BRINDIS.

 

Con entusiasmo brindo estas líneas a quienes sostienen el vigor de La Fiesta entre bastidores. Es decir, a los “profesionales del toreo”, que si leen es para reafirmar sus convicciones forjadas en la práctica, y que buscan incesantemente nuevos horizontes. A “los taurinos”, para los que el tema es su especialidad. A los eruditos, para quienes éste viene a ser uno más entre los temas de su dominio. Para  aquellos que sustentan la Fiesta desde el graderío. A “los aficionados”, al grueso de conocedores, “enterados”, para los que el tema es apasionante. A los asistentes ocasionales, o que lo son en potencia, para los que resulta exótico; que no tienen “ni idea” de lo que es La Fiesta, pero que han de disfrutar el tema, y más aún el espectáculo si tuvieran una noción amplia.

 

 

Expreso especial agradecimiento en mi vida taurina a la figura mexicana del toreo, Lorenzo Garza, quien me confió sus secretos del arte de lidiar, sobre todo del pase “natural”, cuyo secreto seguiré custodiando. Al diestro español “Pedrucho de Eibar”, quién me develó el secreto de estoquear como sólo él lo supo hacer. Al genio universal de la pintura Salvador Dalí que me escogió como su único modelo taurino, porque, me dijo: “para mi el toreo es un rito, y usted es el sacerdote del toreo”. Cuando me vió torear y se le pidió su opinión sólo exclamaba: “¡sublime!”, “¡sublime!”. Necesitaría varias páginas para agradecer a tantas personas que me ayudaron material y anímicamente en mis correrías. Que Dios los bendiga.

 

 

SÓLO SE AMA LO QUE SE CONOCE.

 

Buen aficionado es aquel que está consciente de que el toreo es arte bello, que es una actividad tradicional y que  “sabe ver toros”.

Saber ver toros es saber “ver al toro”. Sólo considerar la actuación del torero sin tomar en cuenta al toro es torerismo, que suele degenerar en vedetismo.

La clave para valorar una faena está en el toro, el cual es anterior al torero y al toreo mismo, no sólo históricamente, sino porque al ir a torear , el  lidiador ha de presuponer  sus características. . Antes de enfrentársele debe tener noción de las reacciones típicas del toro de lidia. Saber  torear es conocer al toro para “poder “ con èl, el resto es “clase” e inspiración.

Así, en su sentido mas amplio, lidiar es maniobrar con el toro para “poder” con él, lo que supone evitar que se resabie, cuidar y aprovechar sus cualidades de raza, desde:  el destete, el herradero, la tienta calificadora de bravura, el embarque, el transporte y desencajonamiento, las operaciones necesarias para el reconocimiento reglamentario en los corrales de la Plaza, las maniobras en los pasillos,  el apartado y enchiqueramiento,  la salida de toriles,  el dejar  (una vez en el ruedo) que se entere de su encierro en el redondel y que ponga en juego su bravura contra el hombre, que sea “corrido a una mano” por el peón y  toreado con aguante por el matador que ha de imprimir mando a toda acción; la pica adecuada, la puesta de banderillas, hasta  aliñar  e igualar para la estocada, suerte suprema con que se remata la lidia.

 

 

 

REGLAMENTO TAURINO, TORO Y TAUROMAQUIA.

 

Conjugar estos elementos es combinar: formalidad en el espectáculo, raza y poder en los toros. Reglamentos sobre el espectáculo como los que hay  actualmente en vigor, cuyo cumplimiento sea sostenido al pié de la letra y toros , como los de las razas actuales, pero que no se caigan, que tengan vigor suficiente para repetir incansables sus embestidas, son garantía suficiente para conservar el toreo sobre bases sólidas. El empeño artístico de los diestros logrará mayores alturas al ser condicionado por la fuerza legal de los reglamentos, la fortaleza en los toros y la amenaza mortal con que amaga la tauromaquia a sus infractores. La experiencia y el “ángel ” de cada intérprete

harán florecer vigorosamente a La Fiesta  en equilibrio prodigioso.

 

Tauromaquia.- La lidia  tiene normas básicas cuya obligatoriedad reside en la fuente de donde emanan, ya que están dictadas  por el  modo de ser del toro que siendo actual, es aristócrata descendiente de aquellos que mataban Costillares y Pedro Romero. Esas reglas  son insalvables, de su cumplimiento vela el toro mismo, el cual permitirá al lidiador que interprete con un estilo o con otro, con más audacia o más prudencia, pero castigando rudamente cualquier violación al canon. 

                                                  

 

PRÓLOGO.

 

 

Motivos de un matador para escribir sobre toros.

 

Hay mucho y bueno escrito sobre toros.

Al alcance del estudioso está el documentarse sin mayores fatigas. Fácilmente pueden llenarse cuartillas echando mano de tanta riqueza atesorada en monumentales enciclopedias, en obras de deliciosa literatura, de historia del toreo, y del inagotable caudal anecdótico taurino tan peculiar y tan sabroso.

Entre este laberinto de teclas de máquina de escribir, no han sido datos de libros mis puntos de referencia. Recurrí, es verdad, a buenas fuentes, me asesoré constantemente, ví, oí, sentí, pero no con la intención de calcar patrones y algún día escribir sobre el tema, sino con el afán de vivir intensa y conscientemente La Fiesta.

 

 

Aquí expongo el criterio que es fruto de mis convicciones. Ellas son el resultado de mis experiencias y observaciones.

Aludo a hechos comprobables, y si puedo detallar alguna vez situaciones palpitantes de realidad, es porqué he vivido La Fiesta interna e intensamente en más de un ángulo, con los ojos bien abiertos, ¡ porque en las sienes y en la frente llevo las cicatrices de la corona de espinas!. He visto torear a todos los matadores de toros activos de estos tiempos, cambié impresiones profesionalmente con numerosas personalidades de nuestro mundillo apasionante.

Mi principal punto de referencia es el hecho vivo y consumado actual, accesible, de la corrida de toros a la cual asistirás tú, amigo lector, en cuanto la veas anunciada en grandes carteles por la calle.

Intento dibujar de La Fiesta, sus mejores perfiles y matices, evitando todo aspecto negativo (que lo hay, tiene que haberlo, como en todo).

Presento en conjunto a diversas dimensiones: las fundamentales. Aquellas que le dan categoría de arte bello y de espectáculo ideal de multitudes. Por supuesto, someramente, pero de tal manera que el enfoque resulte insólito, por ser integral y por constituir en su mayoría, vivencias personales.

 

Agobiado por la conciencia de mis deficiencias y limitaciones, pero aligerado con no poca audacia, parto, pues, por entre los surcos de estos renglones, con la intención de agradar a los aficionados y de sembrar inquietudes y luces en quienes deseen descifrar, comprender, llegar a disfrutar el delicioso y fuerte manjar que es La Fiesta de los toros. Salgo rogando al cielo,  no encontrar a mi paso al “entendido” de actitud entorpecedora, que es deshumanizado asistente auto-obligado a las corridas, asiduo, pero frío, cuyas aseveraciones y exigencias llegan a hacer aparecer opacas y osadas a las de los mismísimos experimentados lidiadores.

He aquí expuesto somera y funcionalmente lo fundamental para comprender y saborear este espectáculo de arte.

 

Pido encarecidamente que demos la mayor importancia al sublime y tremendo drama implicado en el toreo, que reparemos en sus enormes e inagotables posibilidades para ser llamado con toda justicia auténtico arte bello.

 

Confinemos las útiles normas, los datos históricos, las estadísticas y las nomenclaturas, a recursos de consulta, para transportarnos libres de bagaje.

 

 

hasta lo más lejano y sutil,  hasta lo más profundo, y sorprender al duende en esos parajes que son los que frecuenta.

 

Para ser breves: no nos detendremos a elucubrar sobre el origen de los toros bravos en la Península Ibérica, a indagar el preciso momento en que se empezó a torear intencionalmente. Cuidaremos de no echar mano de párrafos enteros de eruditos autores. Nos guardaremos de intentar hacer literatura. Cuando todo esto suena en nuestros oídos como cantos de sirena.

Nuestro proyecto abunda en detalles, no será fácil llevarlo a cabo escueta y funcionalmente, pero lo intentaremos.

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© 2023 by SAMANTA JONES.

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